Monday, May 16, 2005

Milagro

Cómo puede ser
que en el rudo rudísimo implacable
comedor de un restaurante encadenado
me crezca una sonrisa silenciosa
abierta delicada irreverente
porque la piedad de la tierra está cantando
y un árbol sacude su cabeza en la ventana
mientras deglutimos soledad en tantas mesas
y los ojos se escudan para no estrellarse
en una flor desconocida

Desierta

Me dueles como aguja de hielo en la pupila.
En la soledad de la vida cotidiana me faltas.
Nadie puede entender por qué tu nombre importa.
Yo solo sé que mis flores no tenían tanta amargura.

Me duele hasta la lágrima y el último minuto,
las traiciones y tristezas de todos los días,
todo esto que siento cuando la calma me falta
y cuando me llega el miedo sin ninguna mano cerca.
¡Quisiera tanto no necesitar a nadie!
No necesitarlos ni un segundo
ni siquiera para compartir unas palabras.
Pero sueño cada noche con su calor de especie.

Me gusta tanto la gente y la odio por tan poco.
¿No tuviste miedo nunca a morir de frío en la escalera?
A encontrar ojos de cera y de museo
detrás de alguna puerta silenciosa:
un gentío que se pasma pero nunca descubre
y tiene pocas ganas de tocarte los brazos.

Así me sucedió cuando me soltaste la estampa:
me caí desde los puentes, sin destino.

El mundo era triste antes de tu paso por la tierra
pero después de respirar la cabellera de la noche
ya no se puede volver a dormir sin las estrellas.

¿Cómo podemos soportar vivir rodeados de gente que no nos ama?
¿Cómo podemos compartir el tiempo, los tesoros,
con quienes solamente nos dan indiferencia?
Después de tanta bestia hincándome los dientes
tu voz fue para mí la madrugada,
el fin del infierno y la cacería de brujas.
Qué virtud para peinar mi madeja solitaria.
Las mujeres me salvan de las celdas oscuras.

A mi me curaste la desolación de no ser amada
más de ocho horas cada día.
Yo confié en tu corazón y en las banderas.
No pudiste quedarte cuando llegó la lluvia.

Ahora que debo sacar hasta las garras de la mesa,
rodeada de hienas sin historia ni besos,
sé qué perdí el sombrero en medio de la fiesta:
se quedó el mundo sentado y con anteojos negros
ese día de enero desgarrado.

Que nadie se confunda con el viento:
no se trata de amor este poema.
Los amigos que se van duelen más que las espinas.
En la flor del corazón rompen pétalos de sangre.