Thursday, February 02, 2006

mar y lú

Una hora menos para morirse
y los jugos gástricos volcados.
Ojo tras ojo se mancha la vereda
de soledad fornida.
No alcanza la vida a solidificar una vendimia
ni tentar las ramas del abeto.

Hay cadáver y el silencio tiene cara de alivio.
Una perla perdida rueda, lentamente,
sobre el andén donde corrieron,
comulgadas,
para exterminar los poderíos.
Casi nadie recuerda
su corazón de estrella
y la negra sinrazón de sus heridas.

El antifaz se detuvo.
No tuvo espíritu.
Un ángel yermo balbuceó algunos adioses.
Y el amanecer, sin nadie,
despidió las hendeduras
y el enloquecimiento.

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